Un año ha de que participé en el concurso para el diseño de la moneda centenaria de la UNAM. Fueron tiempos oscuros para mí. Recién había terminado una relación de lo más espléndida y tenía un espíritu destrozado y una musa despreciándome. Con el día nublado afilé mi lápiz y dibujé para mi Universidad, lo que siempre es reconfortante. Aunque personalmente no haya quedado yo muy complacido con mi resultado, lo inscribí sin esperanzas, tal como me sentía. Pasó un tiempo más que considerable y en mis expectativas ya no abrigaba la de conocer el resultado, pues lo supuse negativo. La sorpresa llega cuando soy informado de haber recibido ¡el 3er lugar!
En una ceremonia muy modesta pero agradable, fui condecorado con el certificado y un oportuno cheque. Por las condiciones misteriosas del concurso (al tratarse de una divisa), nadie sabe cómo eran las otras propuestas distintas del primer lugar que ya fue acuñado y presentado ante la sociedad mexicana en el Banco de México, ceremonia a la que fui invitado y asistió la crema y nata de los altos funcionarios (uno se siente nada en eventos tan opulentos).
Por mi parte, les muestro el trabajo con el que gané aquel concurso, esperando sea de su agrado.
En una ceremonia muy modesta pero agradable, fui condecorado con el certificado y un oportuno cheque. Por las condiciones misteriosas del concurso (al tratarse de una divisa), nadie sabe cómo eran las otras propuestas distintas del primer lugar que ya fue acuñado y presentado ante la sociedad mexicana en el Banco de México, ceremonia a la que fui invitado y asistió la crema y nata de los altos funcionarios (uno se siente nada en eventos tan opulentos).
Por mi parte, les muestro el trabajo con el que gané aquel concurso, esperando sea de su agrado.
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