Gusta de crecer flores y árboles donde dejaron de haberlos por las constantes batallas vikingas.
Una vez que los terrenos han sido devastados y terriblemente erosionados, este amigable personaje emprende su reforestación. Vive como ermitaño, alejado de sus hermanos hombres, pero cercano a los animales y la naturaleza. Ése es el voto que ha tomado. A cambio, el cosmos le otorgó poderes místicos con los que regenera la vida en los lugares donde la hubo.
Pocos vikingos le conocen, más bien, su presencia es sospechada como un mito, y él, juguetón, no pierde oportunidad para gastarles alguna que otra broma, haciendo brotar margaritas de sus espadas y escudos.
Si alguna vez le miras deambular por allí dejando sus semillitas en las banquetas o acariciando a un perrito de la calle, no dudes en dirigirle una sonrisa y una mirada próspera, así él reconocerá en ti a un amigo.
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